jueves, 25 de octubre de 2012

Pa’ mí, que Fedro es puto.


Oye, he notado que a Fedro se lo va a llevar Sócrates debajo de un plátano a hablarle del amor. ¿No te parece que eso ya es putería descarada? ¿O me vas a salir con que “tengo que aprender a mirar con los lentes de Sócrates”? ¡No mames! Si los griegos eran super putos, es bien sabido. Ya, ya. Ahora resulta que soy “el prototipo de la estupidez occidental”. Pues, será el sereno, pero a mí ese Sócrates no me va a llevar a ningún platanar a hablarme de ni madres.

Además, ¿quién coño es Sócrates? ¿Era el griego ese cegatón que escribió una rapsodia? ¿La Rapsodia Bohemia se llamaba, no? ¿Y no se murió de sida por gay? ¿Ya ves? ¡Sócrates es puto! ¡Y además pedófilo! Porque a mí me da que el tal Fedro es menor de edad. Se nota en lo pendejín que es para hacer preguntas. Bueno, ahora que lo dices, sí es cierto, para hacer preguntas pendejas no hay edad. Mi maestra de primaria decía que no hay preguntas pendejas, hay pendejos que no preguntan. ¿Será? Para mí que hay mucha gente pendeja, independientemente de si pregunta o no. Mira, yo últimamente he venido conociendo a varios. Bueno, yo creo que he conocido a un chingo a lo largo de mi vida, pero he sido, a mi vez, bastante pendejo para identificarlos. Ahora, como tú bien dices, “estoy aprendiendo a ponerme los lentes correctos” para identificarlos.

Y, ya te lo digo, ese Fedro es puto y pendejín y ese Sócrates es pedófilo. Y no hay quien me saque de eso. Además, de los cantantes de rock se dicen muchas cosas y, luego, con el asunto ese de ¡Mamma mia, let me go! Pues ya queda muy claro todo ¿Qué, no?

¿Cómo de que no? ¿No que Sócrates era griego? ¿Y entonces? Pues claro que era ese que empezaba su rola con aquello de “canto, oh, diosa, la cólera del pelida Aquiles, mamma mia let me go”. Ah, chingá, ¿entonces no son el mismo cabrón? ¿Horacio dices que se llama el que yo digo? ¿Y entonces qué carajo hizo Sócrates, cogerse a Fedro y ya? “Yo sólo sé que no sé nada”. ¿Eso dijo? Ay, cabrón, qué denso. ¿Y si no sabía nada por qué Fedro quería que le explicara cosas? ¿Ves que Fedro es pendejo? Que me pregunte a mí y ya está, eso sí, en un café o en un lugar público y que no se me quiera lanzar a los besos porque entonces sí que le enseño lo que yo sé.

¿Que el poder qué? ¿Que lo dijo quién? ¿Fu qué? Ah, no, ya es demasiado esto. Tú lo que quieres es convertirme, jugar con mis sentimientos. Mira, hacemos una cosa: tú me dejas creer lo que yo quiera y yo te dejo hablar de los putos que te dé la gana, porque, pa’ mí, que a ese Fukó también le gusta masticar raíces. A ver, a ver, dime que no.

¿Ya ves? Si yo siempre tengo razón, chingada madre. ¿Que qué es la razón? Ah, no, ahora no me vas a atormentar también con eso. Yo creo que podemos hablar mejor de la explotación del proletariado o algo así más, como decir, más de actualidá, pues.

A ver, ¿quién es el Carlitos ese?

Los cajones mentales patrocinados por Fedro



Iba yo por ahí, un día como cualquier otro. Poco me esperaba, que en ese día, todas las neurosis que me han aquejado desde que tengo memoria se potenciaran hasta desquiciarme. Así, llegó el día de hoy, en que creo que es tan grande mi enojo por tener que soportar discursos imbéciles e impertinencias tan tremendas, que opté incluso por la idea de pervertir a Fedro. Alguien se preguntará, pero, ¿por qué a Fedro, si ese era buen tipo? Y sí, lo era, pero también era un impertinente de lo peor, igual que toda la gente con la que hablaba, porque ninguno ve más allá de su nariz, igual que la gente que me pone de malas. 

Pero… ¿Fedro? Sí, Fedro el de Platón el que se pone a discutir con Sócrates sobre el amor debajo de un árbol de Plátano y sin zapatos… Incluso eso me parece mejor idea en este momento que seguir en el camino de la hipertrofia de la estupidez, pero aquí estoy y seguiré por un rato… Así que, si alguien gusta quedarse, tendremos neurosis para rato, porque esto apenas va comenzando.

 Hoy, les voy a contar la historia del poder difuso. No se confundan, es un cuento de terror. El poder difuso, concepto “altamente filosófico”, es traído hasta ustedes gracias a los marxistas centroamericanos. Y bueno, estaba yo con mi compañero el psicótico, el que cree que tiene menos problemas que yo porque todo lo da igual (como si eso no fuera un problema), cuando el cielo se abrió y nos iluminó con su conocimiento guerrillero. Según el hombre en cuestión, Foucault (el más grande, más pertinente) el poder es difuso… Entiéndase entonces, que según el fulanito, porque para Foucault el poder es difuso, pues no vale la pena prestarle atención al señor. Y bueno, lo que tenemos aquí, es alguien que con sus categorías mentales, intenta leer a alguien que no cabe, pero sin comprarse o conseguirse un cajón nuevo, lo cual, no sólo es pobre, sino también desalentador, más aún si se toma en cuenta que esta persona tiene las credenciales para ser escuchado, y aún más, si le habla a otra gente con cajones que nunca ven lo insuficiente de sus cajitas de madera… 

Entonces, ¿qué tiene que ver esto con Fedro? Pues que tanto los griegos pendejos (de la banda de Platón) como esta gente, parten de lo que ven inmediatamente para intentar explicar al mundo sin ver todo lo que podría no ser tan visible, y sin siquiera pensar que eso no visible existe. Más grave es todo esto cuando tenemos ya cajitas de herramientas con esas nuevas llaves…que tan poco, por cierto, son tan nuevas. En fin…

Así comienza entonces el viaje de una neurótica y un psicótico por el maravilloso mundo de los necios con cajones, que deberá durar por lo menos unos cuantos meses, en los que veremos quizá cambiar mi dirección postal a algún psiquiátrico…eso sí, uno bonito.