Iba yo por ahí, un día como
cualquier otro. Poco me esperaba, que en ese día, todas las neurosis que me han
aquejado desde que tengo memoria se potenciaran hasta desquiciarme. Así, llegó
el día de hoy, en que creo que es tan grande mi enojo por tener que soportar
discursos imbéciles e impertinencias tan tremendas, que opté incluso por la
idea de pervertir a Fedro. Alguien se preguntará, pero, ¿por qué a Fedro, si
ese era buen tipo? Y sí, lo era, pero también era un impertinente de lo peor,
igual que toda la gente con la que hablaba, porque ninguno ve más allá de su
nariz, igual que la gente que me pone de malas.
Pero… ¿Fedro? Sí, Fedro el de
Platón el que se pone a discutir con Sócrates sobre el amor debajo de un árbol
de Plátano y sin zapatos… Incluso eso me parece mejor idea en este momento que
seguir en el camino de la hipertrofia de la estupidez, pero aquí estoy y
seguiré por un rato… Así que, si alguien gusta quedarse, tendremos neurosis
para rato, porque esto apenas va comenzando.
Hoy, les voy a contar la historia del poder
difuso. No se confundan, es un cuento de terror. El poder difuso, concepto “altamente
filosófico”, es traído hasta ustedes gracias a los marxistas centroamericanos. Y
bueno, estaba yo con mi compañero el psicótico, el que cree que tiene menos
problemas que yo porque todo lo da igual (como si eso no fuera un problema),
cuando el cielo se abrió y nos iluminó con su conocimiento guerrillero. Según
el hombre en cuestión, Foucault (el más grande, más pertinente) el poder es
difuso… Entiéndase entonces, que según el fulanito, porque para Foucault el
poder es difuso, pues no vale la pena prestarle atención al señor. Y bueno, lo
que tenemos aquí, es alguien que con sus categorías mentales, intenta leer a
alguien que no cabe, pero sin comprarse o conseguirse un cajón nuevo, lo cual,
no sólo es pobre, sino también desalentador, más aún si se toma en cuenta que
esta persona tiene las credenciales para ser escuchado, y aún más, si le habla a
otra gente con cajones que nunca ven lo insuficiente de sus cajitas de madera…
Entonces, ¿qué tiene que ver esto
con Fedro? Pues que tanto los griegos pendejos (de la banda de Platón) como
esta gente, parten de lo que ven inmediatamente para intentar explicar al mundo
sin ver todo lo que podría no ser tan visible, y sin siquiera pensar que eso no
visible existe. Más grave es todo esto cuando tenemos ya cajitas de
herramientas con esas nuevas llaves…que tan poco, por cierto, son tan nuevas.
En fin…
Así comienza entonces el viaje de
una neurótica y un psicótico por el maravilloso mundo de los necios con
cajones, que deberá durar por lo menos unos cuantos meses, en los que veremos
quizá cambiar mi dirección postal a algún psiquiátrico…eso sí, uno bonito.
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